Jorge Mara – La Ruche
Paraná 1133
ig: @jorgemaralaruche
FB: Galería Jorge Mara – La Ruche
www.jorgemaralaruche.com.ar
jorgemaralaruche@gmail.com
La Galería Jorge Mara • La Ruche es la prolongación de dos galerías que funcionaron con el nombre Jorge Mara en Buenos Aires en la década de 1980 y en Madrid entre los años 1990 y 1998.
Siguiendo la línea de las galerías anteriores, el programa incluye a artistas emergentes, así como exposiciones temáticas focalizadas en aspectos precisos de artistas consagrados.
Muestra Gallery 28 de junio: Obra Reciente
Conversatorio y visita guida por el artista Fidel Sclavo a las 18 hs
Bio
Fidel Sclavo Nació en 1960, en Tacuarembó, Uruguay.
Estudió Dibujo, Pintura y Grabado en Montevideo, Facultad de Arquitectura, Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, en la Universidad Católica del Uruguay, y con Milton Glaser en la School of Visual Arts de Nueva York.
En 1985 recibió el Premio Paul Cezanne, con una beca para estudiar en París.
Entre otros premios ha ganado el Gran Premio del Salón Municipal de Montevideo, el Primer Premio en el Salón Nacional de Uruguay, y el Premio VIII Bienal de Salto.
Ha vivido en Montevideo, New York, Barcelona y desde hace quince años vive y trabaja en Buenos Aires.
Desde 2005 participa en las ferias ArteBA (Buenos Aires), Arco (Madrid), Pinta (New York), Art Basel (Miami), Nada Art Fair (Miami), Volta (Basel), Parc (Lima, Perú), a través de las galerías que lo representan: Jorge Mara-La Ruche (Buenos Aires), Galería del Paseo (Manantiales), Tiempos Modernos (Madrid), A34 (Barcelona) y Josee Bienvenu (New York).
Sus obras forman parte de importantes museos y colecciones privadas en Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, España, Suiza, Alemania y Austria.
Statement
En la obra de Fidel Sclavo la forma ofrece, entre otras cosas, un tema: el poder de la forma simple, su honestidad. El artista, por caso, recurre a un rectángulo para exponer un negro, para delatarlo. O propone un negro a la vez escoltado y desafiado por blancos y grises. O bien, debajo de uno de los cuadros de mayor superficie oscura, deja presentir algo no borrado sino cubierto, desaprobado por su autor a medias. La mano de un pintor se aprecia en la grata irregularidad de un color.
Círculos blancos, deliberada y delicadamente imperfectos, sobre un amarillo que irrumpe (es su función en la paleta). Sclavo no desconoce que, bien llevado, el amarillo lo puede todo. Mientras tanto, el riesgo simula no serlo. Esta clase de provocación es la de un estratega impertérrito que monta guardia junto a una paleta de color codiciosamente reducida. Estamos ante pruebas definitivas. Lirismo delineado con gusto. En su sencillez, lo abstracto en Sclavo insinúa no una figura sino un espíritu conductor. Acá lo decorativo -si elegimos un término tan dudoso- aspira a una sobria cualidad metafísica. A trascenderse, precisamente. De allí que se la vea contenida.
Es una muestra tan sigilosa que podría titularse «lo apenas». Los collages apenas lo son. Cosas y colores apenas se rozan, se asoman ligeramente. Abunda, por ende, el blanco. La hoja en la obra de Sclavo está allí no para ser invadida sino para merodearla.
El artista ratifica, en todo caso, que el blanco también puede transmitir incomodidad (la necesaria para seguir explorando, como pintor o espectador). Es decir, estamos ante una placidez que no se quiere indulgente.