Julia Baitalá Arte Contemporáneo

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Desde el 2007 trabajamos con el fin de difundir, promover y acompañar el desarrollo de mercados nacionales e internacionales para el Arte Latiniamericano Moderno y Contemporáneo.
Nuestra propuesta comprende un enfoque integral y multidisciplinario, el cual comprende la inserción de obras en el circuito comercial con presencia en ferias nacionales e internacionales, asesoría en el mercado del arte, con soporte en la gestión de proyectos, trabajos de investigación, documentación de obra, proyectos editoriales, audiovisuales, museológicos y colaboraciones institucionales.

Gallery Sábado 20 de septiembre 2025

Exposicion «Indicios del Cuerpo» de Adriana Carambia

Percibimos el mundo a través de nuestros sentidos. Gracias a ellos recibimos estímulos provenientes del exterior: algunos sutiles, otros intensos o incluso violentos. Esta información, al ser registrada, ejerce un grado de pregnancia en nosotros -en nuestras pupilas, en la memoria-. A ese mecanismo que permite que ciertos estímulos permanezcan y otros se desvanezcan podríamos llamarlo impresión. Las impresiones no son otra cosa que el grado de vivacidad o impacto —lo que genera la pregnancia— que un evento externo tiene sobre nosotros, ya sea de carácter placentero o aversivo.

Volver a las primeras impresiones que nos han dejado huellas es, probablemente, regresar a recuerdos familiares. Todo pasa por el cuerpo, algunas memorias permanecen allí durante tanto tiempo que olvidamos su existencia y su origen. No es algo que se haga de manera deliberada, simplemente así opera este accionar que convierte al cuerpo en servidor de una conducta subjetiva que interpreta estímulos y los proyecta en acciones, afectos, discursos. 

La idea de algo que desconocemos, o que alguna vez vimos, pero hemos olvidado, difiere de la impresión que guardamos de ello. Con frecuencia inventamos los contornos de una figura para hacer coincidir lo que vemos de lo que recordamos. No siempre esas primeras impresiones remiten a imágenes completas, a menudo se presentan como fragmentos, pistas, pequeños indicios de algo, que nos recuerdan que siguen allí en el cuerpo y que encienden la búsqueda por volverlos tangibles a través del lenguaje.

Descifrar el lenguaje del cuerpo exige atención, estar, una disposición similar a la de habitar un espacio posible de morada, una estancia. No se trata aquí de una performance ni de una interpretación escénica de lo corporal: es algo más sutil. El cuerpo siempre habla, eso es dicho. El carácter polisémico de los lenguajes nos recuerda que todo enunciado está inmerso en un contexto y que porta consigo excedentes de sentido, desplazamientos que escapan a la intención de quien lo emite. Entonces, ¿qué dice el cuerpo cuando no dice nada?, No hablamos aquí del habla. ¿Cuál es, pues, el mensaje que enuncia un manuscrito corpóreo? Quizá solo se empeñe en evocar experiencias que hemos disuelto de manera consciente, pero que, de forma inconsciente, permanecen y se exponen a través de este lenguaje.

Adriana Carambia llama a sus trabajos manuscritos corpóreos, registros de impresiones albergadas en su cuerpo, historias y aprendizajes heredados, recuerdos de su vida, objetos que aparecen como significantes, su casa, sus estancias. Un sin fin de historias que no cesa de emerger en cada dibujo, en cada marca.

Sabemos que algo existe porque lo percibimos, porque lo captamos con los sentidos. En ese tránsito, los gestos del cuerpo se convierten en huellas que son también señuelos: invitan, provocan, esconden y engañan. Guardan algo que anhelamos mostrar, pero que nunca se entrega por completo, como trazos mínimos que insisten, los hilos que aparecen formando dibujos en el papel, o los pliegue sobre la parafina, que al agrietarse dejan entrever los indicios del cuerpo.

Gelen Marquez Silva
202508