Herlitzka & Co.

Libertad 1630

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Herlitzka & Co. se dedica a la difusión, comercialización y proyección internacional del arte moderno, conceptual y contemporáneo latinoamericano.
Representamos una selección de destacados artistas que se encuentran en diversas etapas de sus carreras, y que desarrollan variados temas y técnicas. En esta línea, también ofrecemos obras de mercado secundario de otros artistas contemporáneos de la región, ampliando y dinamizando el programa de la galería.
En el marco de la demanda exponencial de obras de arte latinoamericano, nuestra galería ha contribuido a la formación y expansión de colecciones privadas e institucionales, incluyendo museos internacionales.
Estamos afiliados a Meridiano, la Cámara argentina de galerías de arte contemporáneo.

Muestra Gallery 6 de junio: Encuentro con el artista Martín Churba

Martín Churba. Mutación (Sala principal)

Francisca Rojas. Memorias cifradas (Sala E)

Martín Churba (1970, Buenos Aires). Artista y diseñador radicado en Buenos Aires, reconocido por sus procedimientos textiles extraordinarios y su compromiso con el trabajo colaborativo junto a organizaciones sociales. Actualmente investiga materialidades descartadas y crea nuevos textiles futuristas y expresionistas, aplicando sus conocimientos sobre distintas superficies. Su obra desafía convenciones y abre caminos hacia un diálogo renovado entre arte y tejido. A la par de su práctica artística individual, también es parte del Colectivo Tsufwelej (término que significa abrazo en Wichí) junto a Fidela Flores y Candelaria Aaset, proyecto que se aventura a construir una conversación por medio del textil contemporáneo como entramado intercultural. 

Francisca Rojas (Santiago de Chile, 1985) es una artista visual que vive y trabaja en su ciudad natal. Formada en Arte en la Pontificia Universidad Católica de Chile y en Restauración de Patrimonio en la Universidad de Chile, complementó sus estudios con un MA en Industrias Culturales y Creativas en King’s College London y un Magíster en Artes Visuales en la Universidad de Chile. Su obra —realizada principalmente en cerámica y textil— toma como referencia diversos objetos culturales, históricos y/o tradicionales para resignificarlos desde una mirada contemporánea. 

Martín Churba. Mutación

28 de mayo – 23 de julio, 2025

Toda mutación implica un desajuste, una ruptura de equilibrio que fuerza a moverse, a recomponerse, a delinear nuevas formas de estar. En ese tránsito, donde las líneas de fuga se abren como posibilidad de escape y reinvención, la obra de Martín Churba testimonia un cambio que irrumpe como un fenómeno en continuidad, como un devenir. Hay un encadenamiento de formas que se acercan, se pliegan, se desvían y fluyen sin disolverse del todo en cada nueva transformación. 

En una coexistencia de múltiples posibles, desde los comienzos de su carrera Churba manifestó una inquietud constante por fusionar distintas prácticas expresivas en sus producciones. Su trabajo nunca se cerró a una zona delimitada ni a un único modo de hacer. Siempre se movió en el cruce de mundos y disciplinas. En esos recorridos, el textil ha sido mucho más que un soporte: materialidad versátil, cercana como ninguna otra al ser humano, fértil en metáforas desde donde sembrar sentido. Hoy, luego de décadas explorando la indumentaria y la tela como territorios de experimentación, Churba realiza un nuevo desplazamiento. Libera al textil del cuerpo, lo despoja de toda funcionalidad y lo afirma como obra autónoma. 

No se trata solo de un cambio de lenguaje sino de un salto vital, ético y conceptual. En algunas obras desarrolla una técnica propia que combina gestualidad física, pintura expandida y procesos de transferencia sobre linos o delicadas organzas de seda natural. En vez de trabajar directamente sobre la tela genera primero un original sobre papel siliconado: una imagen hecha a mano, sin matriz, compuesta con herramientas de arrastre diseñadas por él mismo, que permiten inscribir trazos amplios en una escala que compromete el movimiento completo del cuerpo. El resultado son monocopias de una simetría imperfecta, donde el gesto manual convive con una suerte de mecanización visual que evoca el rapport de las técnicas industriales, pero sin perder la impronta artesanal. Ese cruce entre procedimientos de las bellas artes y otras materialidades define la esencia de su práctica; exploración sensible que convierte al textil en un terreno donde se entrelazan trazo, afecto y memoria. Sus búsquedas están impregnadas por su herencia. Resuenan en ellas las raíces de sus abuelos sirios, la tradición mesopotámica, la arquitectura del barro, la escritura árabe no figurativa y una familia abocada a las artes y al diseño de interiores, siempre desde una mirada innovadora. 

La dimensión corporal convive, no obstante, con otra línea de trabajo que Churba lleva adelante desde hace años, centrada en la experimentación con materiales descartados. Los residuos que el sistema desestima resultan aliados y cómplices de sus investigaciones estéticas en una serie en la que los maples de huevo son protagonistas. 

Al intervenirlos Churba no busca disimular su procedencia. Muy por el contrario, elige destacar su potencia, sus particularidades, su estructura y agencia. Cuando se vincula con el objeto, lejos de imponer una forma, deja que el residuo hable por sí mismo. Así, las piezas monocolores de cartón reciclado flotan en el espacio sin apoyo en las paredes, apenas sostenidas por nervaduras textiles que las mantienen suspendidas. El ritmo reiterativo de los materiales, su disposición en serie y la variación cromática construyen una experiencia perceptiva casi mántrica que desplaza la atención hacia lo mínimo. El ojo recorre las superficies, se deja llevar por la textura, advierte las diferencias sutiles entre cada uno de los relieves. En esa economía del gesto, el detalle y la insistencia visual se vuelven una elocuente forma de presencia. 

De la creación solitaria al hacer compartido, una zona clave del trabajo Churba es la que retoma los procesos colaborativos que han sido constantes en su historia. Su participación en organizaciones comunitarias y las experiencias en diálogo con artistas y diseñadores forman parte de un modo de producción que desborda lo individual y cobra fuerza en el encuentro con otros. Actualmente, esa dimensión se expresa en el trabajo junto a Fidela Flores, artista tejedora wichí del Chaco salteño y Candelaria Aaset, artista y curadora radicada en Tilcara. Juntos conforman el colectivo Tsufwelej, palabra que en lengua wichí significa “abrazos” o “enlazados”. 

La confección de las piezas surge de una elaboración que no busca cerrar significados ni alcanzar una síntesis, sino sostener abierta la trama entre lo ancestral y lo contemporáneo, lo individual y lo colectivo. El textil, en este contexto, es soporte y lenguaje común, superficie porosa que permite anudar oficios, gestos y sensibilidades diversas. En ese entretejido se actualiza un saber-hacer que siempre entendió la creación como forma de encuentro, como espacio relacional desde el cual es posible narrar, percibir y habitar el mundo de otras maneras. 

Como en toda mutación, nada en estas obras se define por su finalidad sino por la intensidad de su propio recorrido. Ese trayecto, hecho de desvíos, insistencias y conexiones, encuentra en esta muestra una nueva forma de materialización. Como si la pulsión que acompañó a Churba desde el inicio, explorar el mundo a través de las telas, hallara por fin un espacio sin restricciones para desplegarse. 

Daniela Lucena 

Socióloga, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad de Buenos Aires 

Francisca Rojas. Memorias cifradas

28 de mayo – 23 de julio, 2025

Francisca Rojas (Santiago de Chile, 1985) concibe su práctica artística como un espacio de enunciación para el arte subalterno, vale decir, para aquel que se produce al margen de las grandes capitales globales y que examina las múltiples facetas de dicha condición periférica. Su obra, desarrollada mayormente en cerámica y textil, indaga en el territorio y sus objetos culturales, buscando desdibujar las fronteras entre las bellas artes y la artesanía, y reivindicando las estéticas no occidentales dentro del arte contemporáneo. En esta muestra, la artista explora la textilería ancestral de los quipus, proponiendo una relectura de estos objetos patrimoniales a través de su vínculo con la tecnología informática actual. 

El quipu es un antiguo dispositivo textil utilizado por las culturas andinas para registrar y transmitir información. Su tecnología estaba basada en la codificación de hilos y nudos, a los que se les atribuían significados numéricos, cronológicos y narrativos. Su uso se expandió ampliamente por el Tahuantinsuyu, territorio que actualmente corresponde a Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y el noroeste de Argentina, hasta que, durante la conquista española, fue prohibido por considerarse ajeno a la fe cristiana, que admitía únicamente la escritura alfabética. En ese proceso, se perdió gran parte de sus atributos significantes, y hoy sólo la notación numérica asociada a los nudos ha sido completamente descifrada.

De este modo, la obra de Francisca reivindica al quipu como un sofisticado sistema informático ancestral y lo enlaza con la tecnología digital contemporánea. Para visibilizar este vínculo, combina dos sistemas de organización de datos temporal y culturalmente distantes: el código binario —propio de la informática actual— y el método de notación numérica de los quipus. Mediante secuencias de ceros y unos representadas con nudos, la artista encripta en sus tejidos diversos textos, tales como proverbios populares, propios de la narración oral, o extractos de documentos históricos, provenientes en su mayoría de la época de la conquista de América. Asimismo, organiza estos dispositivos textiles en configuraciones que evocan chips o circuitos integrados, convirtiéndolos en auténticas “tarjetas de memoria” que exploran la poética del tiempo, la tecnología y el legado cultural.